Ricardo imponía su presencia dondequiera que estuviera, en la legendaria librería Paperbacks y Más de la calle Blanco, en una lectura de poesía en el Cine México de la calle Castroville en San Antonio, Texas , en Burro Land (una de sus cantinas favoritas) o en algún escenario europeo. Ricardo Sánchez siempre era el mismo. Hombre sin miedo de hablar y de provocar a todos los chapetes que hubiera alrededor. Ricardo siempre fue un activista comprometido con su pueblo, con los Chicanos y su movimiento. Un activista con todas sus letras y con los pantalones siempre bien puestos, un rebelde que supo usar sus palabras para criticar y desenmascarar a los opresores de su gente. El hijo del Chuco, del Barrio del Diablo, que se sentía orgulloso de haber pasado «de un GED a un Ph D», como acostumbraba decirlo él mismo. «Canto y Grito Mi Liberación» dice el título de uno de sus libros y así se presenta ante el mundo, retando las conciencias de los tibios, de los indiferentes que prefieren lamer el yugo del que los oprime. Su voz recorre los barrios latinos y él dice en tono sarcástico: «Are you Hispanic? No, He has his own panic». Sus años de vacaciones no pedidas en la prisión de Soledad, en Califas, contribuyen a solidificar su voz y sus ideas de libertad. No en balde su hija recibiría ese mismo nombre: Libertad. En 1976, publica «Hechizo Spells» y logra un mayor reconocimiento del público y de los críticos, por «su profundidad acerca de la naturaleza humana». Maya Angelou dijo, refiriéndose a Ricardo, que era «un gran poeta…y un rebelde». Y si Maya lo dice, hay que creerle, diría yo. Ricardo Sánchez sigue y seguirá gritando por su libertad y por la de cada uno de nosotros.